Cuando Toni Nadal lanzó la primera pelota hacia su sobrino de tres años pudo ver que había algo diferente en la forma en la que se la devolvió desde el otro lado de la cancha.
Exjugador aficionado que compitió en campeonatos nacionales en España, el entrenador tenía a cientos de niños bajo su atenta mirada en el Club de Tenis de Manacor en su isla natal de Mallorca.
«En cuanto le tiré la pelota a Rafael, él fue hacia ella. No esperó a que le llegara», le dice Toni a BBC Sport.
«Normalmente, cuando le lanzaba una pelota a un niño pequeño, se quedaba quieto hasta que le llegara. Pero mi sobrino fue a buscarla. Para mí, eso fue especial».
Esa evaluación resultó ser correcta. Rafael Nadal tenía un talento especial y, con la ayuda de Toni, quien lo forjó como deportista y como persona, a sus 35 años lo acaba de demostrar.
Ningún jugador en la historia ganó más títulos individuales masculinos de Grand Slam que Nadal.
El español igualó el récord histórico de Roger Federer de 20 victorias al ganar la final de Roland Garros en 2020, récord al que se sumó el serbio Novak Djokovic al imponerse en Wimbledon.
El domingo, quizás en la victoria importante más improbable de su carrera, Nadal se hizo con su segundo título del Abierto de Australia, superando a Federer y a Djokovic.
Sin embargo, como reconoce a menudo Nadal, dudosamente hubiera podido alcanzar tal nivel de éxito sin el hombre al que en el mundo del tenis conocen como el «Tío Toni».
Se cuentan muchas historias sobre su tipo de tutela, dura pero con amor. Sin ella, un joven descrito por su hermana Maribel como «un gato miedoso» nunca se habría transformado en el «toro furioso» que conocemos en la cancha, uno de los atletas más ferozmente competitivos de su generación.
Aparte de contar con canchas de terracota o tierra batida, es difícil encontrar similitudes entre el Club de Tenis de Manacor y Roland Garros.
Manacor es un típico pueblo mallorquín y su centro de tenis (varias canchas de arcilla dominadas por una casa club de tamaño mediano que alberga un restaurante y una soleada terraza) es parecido a muchos en la isla mediterránea.
Toni, que cumplirá 61 años en febrero, tenía poco más de 30 años cuando Nadal se unió por primera vez a un pequeño grupo de niños a los que estaba enseñando.
En los primeros días de su tiempo juntos en la cancha, cuando Nadal todavía era parte de un grupo más amplio, su tío lo trataba de manera diferente. Pero no era un caso de nepotismo.
El joven Rafael, descrito por Toni como apacible y tranquilo a esa edad, solía molestarse por lo que consideraba un trato demasiado duro.
«Le exigí mucho a Rafael porque me importaba mucho», dice Toni.
La madre de Nadal, Ana María, recuerda cómo su hijo pequeño solía llegar a casa llorando después de entrenar, pero no revelaba qué lo estaba molestando.
Una vez le dijo que Toni lo había llamado «niño de mamá» y ella quiso confrontar a su cuñado. Nadal insistió en que no debía armar un escándalo y le pidió que se callara para evitar «empeorar la situación».
Nadal contó que su tío solía gritarle y tratar de asustarlo, a veces generándole una «sensación de vértigo en el estómago» al hacerle saber que entrenarían solos.
Si la mente del joven se distraía mientras estaban en la cancha, Toni solía lanzarle pelotas para llamar su atención.
Al final de cada práctica, cuando los otros niños se iban a casa, Toni insistía en que Nadal recogiera todas las bolas que habían quedado desperdigadas y barriera la tierra rojiza.
Si olvidaba su botella de agua, tenía que entrenar sin rehidratarse bajo el ardiente sol mallorquín.
Toni fue inflexible conmigo desde el principio, más que con los demás chicos. Me exigía mucho, me presionaba», recordó Rafael Nadal en su autobiografía publicada en 2011.
«Sabía que él podría»
Toni reconoce que todo es cierto.
«Creo en el trabajo y creo en los jugadores que son lo suficientemente fuertes como para hacer frente a la intensidad de este trabajo», le dice a BBC Sport.
«No puedo entender otro estilo de vida. En mi opinión, siempre hay que saber cuál es tu lugar en el mundo», afirma.
«Es por eso que estaba así con Rafael. Sabía que él podría hacerle frente», agrega.
Cuando Nadal, a los 11 años, ganó el título nacional sub-12 de España, Toni volvió a mostrar su lado más duro.
Durante una pequeña reunión para celebrar aquel éxito, Toni bajó los ánimos de los presentes al nombrar a los últimos 25 ganadores del campeonato. Había llamado a la Federación Española de Tenis para conseguirlos, haciéndose pasar por periodista.
Nadal solo había oído hablar de cinco; aquellos que pasaron a jugar de forma profesional. Toni, con un aparente gesto triunfal, insistió en que aquello subrayaba su mensaje: solo tenía una posibilidad entre cinco de conseguir eso mismo.
Otro ejemplo de este tipo se produjo unos años más tarde, cuando Nadal, con 14 años, regresó a casa de un torneo internacional en Sudáfrica, lo más lejos que había viajado hasta entonces.
Había disfrutado de una cultura diferente, de ver animales como elefantes y leones por primera vez, y había regresado victorioso.
En su autobiografía, Nadal explica cómo su madrina organizó una fiesta de bienvenida y había preparado una pancarta, que colgó en la pared. «Había escrito una frase en clave de broma, que me halagaba y me tiraba por tierra al mismo tiempo, pero Toni no le vio la gracia», recuerda.
Nadal nunca llegó a verlo. Toni quitó la pancarta de la pared, bromeó con la madrina, impidió que el joven entrara a la fiesta y lo llamó a entrenar a las 9 de la mañana del día siguiente.
«Quería que supiera que todo lo que logró a esa edad no era muy importante en términos del panorama general», dice Toni.
«Quería amortiguarle las expectativas. Quería que supiera que era solo un pequeño paso y que si quería progresar tenía que seguir trabajando muy duro».
Alejamiento
En la actualidad, Toni está a cargo de la academia de Nadal en Mallorca, a un corto paseo por una avenida arbolada desde el Club de Tenis Manacor, donde todo comenzó, tratando de forjar a las estrellas del tenis del futuro a través del entrenamiento y la educación basada en los valores familiares.
Siguen teniendo una relación cercana, al igual que todo el clan Nadal, que vive en Manacor. Es una relación «normal» de tío y sobrino, tal como la describe Toni.
Sin embargo, nunca hablan del juego de Nadal. Aunque Toni sigue viendo algunos de sus partidos —recientemente se le vio en las gradas del Abierto de Madrid—, no se involucra.
Cuando ganó su décimo título en el Abierto de Francia en 2017, el último Roland Garros de Toni como su entrenador, el radiante tío acudió a la pista Philippe Chatrier para presentar el trofeo. El rostro del tío brillaba de orgullo y el amor entre ambos se hizo patente cuando compartieron un fuerte abrazo.
«Si pudiéramos volver a cuando empecé a jugar al tenis con Rafael y me dijeras que ganaría 21 Grand Slams, habría dicho que era imposible», dice Toni.
«Pero ahora, por el camino que ha tomado, ganando Grand Slams casi todos los años y mejorando sus marcas, parece hasta normal», agrega.
«Hemos demostrado que un chaval normal de Manacor, con esfuerzo, con sacrificio, ha conseguido cumplir muchos de los objetivos que se marcó de joven».