La argentina Máxima Zorreguita vivió desde los 24 años en la ciudad estadounidense de Nueva York donde pasó de dormir en un sillón, de compartir departamento con dos compatriotas con quienes se relacionó con aristócratas y su escaló en una exitosa carrera en el mundo de las finanzas hasta convertirse en la Reina Máxima de Países Bajos.
Además, en su estadía en Nueva York, Máxima vivió un romance con un desconocido antes de convertirse en la reina consorte de los Países Bajos a los 53 años.
En Nueva York se estableció como profesional en finanzas antes de una vida de protocolos monárquicos que posteriormente abrazaría tras casarse por el entonces príncipe de la casa real holandesa, quien hoy tiene 57 años.
La personalidad y transformación de la joven porteña criada en el barrio porteño de Recoleta por su madre María del Carmen Cerruti Carricart (80) y su padre Jorge Zorreguieta (1928-2017), mientras su estudiaba en un exclusivo colegio.
También en Nueva York, la actual reina de Países Bajos tuvo amistades que fueron fundamentales para llegar a un buen empleo bancario que fue determinantes en función de su ambición y decisiones futuras.
La economista graduada en la UCA (Universidad Católica Argentina) se encumbró en el mundo de las finanzas en donde trabajó para los principales bancos y mantuvo firme su ambición de entablar vínculos con personalidades de la sociedad estadounidense.
Máxima llegó a Nueva York en el verano del 95 con su equipaje y sus sueños, pero con una ambición que pocos conocían. Inicialmente se instaló Hamptons, zona ubicada en la región este de Long Island y, luego en el hogar de Robert Augspach y Fátima Gobbi, en Manhattan. En ese entonces, Robert cursaba maestría en Columbia, y Fátima y Máxima compartían un pasado laboral en el Banco de Boston.
Además, el vínculo familiar se completó con un tío de Máxima que había trabajado en el campo de los Augspach en Pergamino, hasta alojarse en la casa del millonario Raúl Sánchez Elía, quienes le presentaron herederos de fortunas a integrantes de la familia real Liechtenstein. Máxima vivió en Hamptons y Chelsea. Fue roomie, participó de alocadas fiestas con sus amigos, apodados los «latin trash».
También, la futura reina, alternaba noches de networking con amigos y salidas, mientras su propósito era tener un empleo para no depender de sus amigos, hasta que se cruzó con Pablo Jendretzki, arquitecto argentino conocido por frecuentar círculos selectos.
La relación fue inmediata, y la pareja empezó a salir. Su relación era romántica y era también estratégica: Pablo sumaba al tener a Máxima como compañía, y ella aprovechaba las salidas para lograr contactos en su nuevo entorno social.
Además, la búsqueda laboral no marcó resultados y el apartamento de Pablo se convirtió en un refugio permanente con Matías Bullrich, pero el panorama cambió en 1996, cuando Máxima consiguió un cargo en el banco HSBC James Capel Inc., donde llegó a vicepresidenta de ventas institucionales para América Latina. Con su éxito profesional en alza, la relación con Pablo terminó, y Máxima se distanció de su grupo.
Durante su vida en Nueva York, Máxima compartió departamento con Victoria Goldaracena y María Frattini, en el departamento del barrio de Chelsea, cerca del trabajo en Credit Suisse.
Por otra parte, Máxima Zorreguieta, durante su adolescencia en 1994, siendo soltera inició relaciones entre ellas su amistad con Orlando Muyshondt, un banquero salvadoreño con pasión por el surf, pero las diferencias fueron desgastando el vínculo: Orlando era más calmado y reflexivo, mientras que Máxima seguía disfrutando de la vida en Nueva York con un grupo de amigos latinos apodado los “latin trash”.
Luego de un verano juntos, Máxima dio cuenta que sus caminos no iban al mismo destino. La última palabra la tuvieron los padres de Orlando, quienes decidieron que Máxima no era candidata para su hijo y, máxima finalizó la relación.
A continuación, conoció a un piloto de United Airlines quien le dio otra vivencia a su vida amorosa, pero el destino le tenía reservado un amor pre monárquico. Conoció a Christopher, un noble inglés cercano a la realeza británica, en quién Máxima había puesto su ilusión y ambiciones, pero el romance se terminó.
Al tiempo, llegaría Guillermo de los Países Bajos, a quien conoció en Sevilla, pero para llegar allí fueron muchas las conexiones que Máxima tuvo que concretar.
Después de HSBC, Máxima continuó su carrera en las finanzas en el poderoso Deutsche Bank. Allí, fue parte de un equipo especializado en América Latina, trabajo que la llevó a viajar frecuentemente a la región. Sus habilidades como economista y su fluidez en idiomas (incluyen inglés, español y portugués) la hicieron destacar.
Máxima «entendía la importancia de las relaciones internacionales y cómo gestionar los riesgos financieros a gran escala», destacaron conocidos de la reina en aquella época en Nueva York.
La reina en Nueva York desarrolló contactos, más allá de logros profesionales, tenía habilidad para conectar con personas influyentes del ámbito financiero como del cultural y social, clave en su evolución personal y profesional. Entre sus amigos se cuentan importantes figuras de la banca, así como personas del mundo artístico y diplomático.
Guillermo inició su relación con Máxima en 1999 y, debido a su amistad con el aristócrata español, empresario y deportista Álvaro de Marichalar (hermano de Jaime, quien fue esposo de la infanta Elena de Borbón), frecuentó el mundo de la aristocracia.
Asimismo, el vínculo con la socialité argentina y fotógrafa, esposa del polista. Ambas compartían ser argentinas en el extranjero, y las unía su conexión tanto en lo financiero como en el mundo artístico. María Pía Garavaglia fue una figura relevante dentro del círculo argentino en New York.
Amiga íntima y también con formación en las finanzas, Garavaglia la ayudó a Máxima a integrarse más en los eventos sociales. Juntas asistían a ágapes culturales y cenas organizados por la comunidad argentina en la ciudad.
También en Nueva York y cuando Máxima se instaló en los Hamptons Marc Biron, “el rey de la vida nocturna”. En la residencia, conocida como “The Animal House”, fue sede famosa por contar con “un jacuzzi ocupado casi a tiempo completo por gente desnuda”.
En tanto, el encuentro con Guillermo y aunque la vida de Máxima en Nueva York era buena, el destino tenía algo más reservado y según Paula Galloni, co autora de Máxima, la construcción de una reina, “Máxima venía de una separación (del mencionado noble, de nombre Christopher) y fue a España sabiendo que le querían presentar a dos hombres de la realeza: uno era Federico de Dinamarca, y el otro, Guillermo Alejandro”.
Y fue una amiga en común, la argentina Cynthia Kauffman, quien vivía en España y había conocido a Guillermo años antes en eventos de la realeza europea, quien organizó una cena en la Feria de Abril de Sevilla en el año 1999. Allí se dio el comienzo de la relación con el príncipe que le cambiaría la vida.
Aunque en un principio no sabía que era de la realeza, él se presentó solo como «Alexander», la conexión entre ambos fue inmediata. Guillermo quedó encantado y esa noche le pidió a Máxima su número de teléfono.
Ella estaba lejos de imaginar que ese encuentro cambiaría el curso de su vida. Poco tiempo después, el noviazgo se consolidó y la joven economista se encontró en una relación que la pondría en la vista del público.
En la entrega de diplomas de quinto año, a una compañera de colegio le había dicho: “Yo me voy a casar con un noble”. El 2 de febrero de 2002, Máxima y el príncipe de dieron se casaron en una emotiva ceremonia religiosa en la iglesia Nieuwe Kerk, en Ámsterdam.
La boda de Máxima Zorreguieta y Guillermo Alejandro de Países Bajos fue uno de los eventos reales más vistos en la historia. Se calcula que alrededor de 900 millones de personas en el mundo siguieron la ceremonia por televisión.
Por último, Máxima mantiene vínculo con las causas sociales y económicas, especialmente aquellas que buscan la inclusión financiera, por su experiencia profesional en el mundo de las finanzas. Máxima se construyó a sí misma como la protagonista de un cuento de hadas que había sentido y asumido como suyo mucho antes.